La balada de Narayama Imamura shohei

«La Balada de Narayama»: Una conmovedora película japonesa

Dirigida en 1983 por Imamura Shohei, La Balada de Narayama está inspirada en la novela homónima de Fukazawa Shichirō. A través de su dirección sobria pero impactante, la película sumerge al espectador en el Japón rural del siglo XIX. Las duras leyes naturales rigen la vida, donde cada boca que necesita ser alimentada cuenta. Esta obra, imbuida de realismo, cuestiona profundamente los vínculos entre la tradición, la familia y la supervivencia.

Un pueblo gobernado por la necesidad

La historia se ambienta en una aldea remota, rodeada de montañas, donde el aislamiento impone sus propias reglas. La tierra es estéril. Los inviernos son largos. El hambre es común. En este entorno, los aldeanos observan la costumbre del ubasute: cuando la persona mayor llega a los 70 años, un familiar la carga a la espalda y la abandona en la cima del monte Narayama. Consideran este ritual una necesidad y lo aceptan sin rechistar, incluso si conlleva la muerte.

El personaje de Orin, una anciana aún robusta y digna, es el centro de este ritual. Su partida se acerca. Se prepara con calma. Su hijo, Tatsuhei, tendrá que cargarla. Pero tras esta aparente sumisión, se revelan profundos conflictos éticos.

Dilemas morales bajo la aparente obediencia

La película retrata personajes divididos. Aunque los aldeanos respetan la tradición del ubasute, algunos la cuestionan. Tatsuhei encarna esta ambivalencia: se mantiene fiel a su familia y a su comunidad, pero la tarea que le espera lo perturba profundamente. El espectador, por lo tanto, siente una tensión constante entre la obediencia a la tradición y la llamada de la conciencia.

La película plantea esta cuestión sin recurrir a un patetismo excesivo. Imamura la aborda con moderación. No retrata el sufrimiento de forma espectacular, pero lo transmite con precisión. La película adopta una postura neutral: ni condena abierta ni glorificación del sacrificio. Deja espacio al juicio del espectador.

Una estética que cumple su propósito

Imamura adopta un enfoque visual muy riguroso. Filma los paisajes montañosos con lentitud y amplitud. Los planos generales enfatizan la insignificancia de la humanidad frente a la naturaleza. La cámara se detiene en los gestos cotidianos. El trabajo, la comida, la lluvia, el silencio: todo contribuye a crear una atmósfera dura pero auténtica.

La música tradicional, discretamente utilizada, ancla la película en la cultura japonesa. Acompaña ciertos momentos clave sin dominar la trama. El conjunto crea una imagen profundamente arraigada en la realidad.

Un alcance universal, más allá del Japón feudal

Aunque la historia se desarrolla en un contexto muy específico, los temas explorados trascienden el marco histórico japonés. La gestión de los cuidados al final de la vida, la cuestión de las cargas familiares y el peso de las tradiciones en el individuo: todos estos son temas que siguen siendo muy relevantes hoy en día.

En muchos países, el envejecimiento poblacional plantea desafíos similares. Las tensiones entre la solidaridad intergeneracional y la racionalización de recursos son muy reales. En este sentido, La Balada de Narayama no solo habla del pasado: también habla de nosotros.

Conclusión

Con La Balada de Narayama, Imamura Shohei crea una película a la vez dura y profundamente humana. Una tradición cruel se muestra sin adornos, pero siempre con respeto por quienes la viven. La obra plantea una pregunta simple pero esencial: ¿en qué momento la tradición deja de proteger y comienza a herir? La película no ofrece una respuesta; La deja suspendida, entre dos silencios, en algún lugar de la montaña.

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