Los Siete Dioses de la Felicidad, o Shichifukujin (七福神), traen buena suerte y prosperidad. Se encuentran a menudo en grabados netsuke y otras representaciones artísticas. Entre ellos, seis son figuras mitológicas y uno es histórico.
Origen e importancia
Originalmente, estos dioses eran distantes e impersonales. Poco a poco, se convirtieron en figuras protectoras asociadas a las profesiones y las artes. Su culto también se basa en el simbolismo del número siete, considerado de buena suerte en Japón.
Las siete deidades de la felicidad
Ebisu – Dios de la Prosperidad y la Pesca
Ebisu protege a los pescadores y comerciantes. En una mano sostiene un pez y en la otra una caña de pescar. Se celebra cada año en Nochevieja.
Daikokuten – Dios de la Riqueza
Daikokuten lleva una bolsa de dinero o un martillo mágico. Simboliza la fortuna y el éxito. Se le honra durante las festividades de Año Nuevo.
Bishamonten – Dios de la Guerra y la Protección
Bishamonten, vestido con armadura, blande una lanza y una joya sagrada. Proporciona seguridad, riqueza y prosperidad. Su culto dura todo el año.
Benzaiten – Diosa del Arte y la Música
Benzaiten toca la biwa (instrumento de cuerda) y está rodeado por una serpiente. Ella encarna la belleza, la sabiduría y la prosperidad. Se la venera en febrero durante el Festival de las Artes.
Hotei – Dios de la alegría y la generosidad
Hotei, sonriente y panzudo, lleva una bolsa sobre su hombro. Simboliza la felicidad y el optimismo. Se celebra durante la temporada de flor de cerezo en abril.
Fukurokuju – Dios de la Longevidad
Fukurokuju tiene una larga barba blanca y lleva un bastón de peregrino. Representa la sabiduría y la riqueza. Se le honra durante las celebraciones de Año Nuevo.
Jurojin – Dios de la suerte y la longevidad
Jurojin, con un sombrero de ala ancha, encarna la prosperidad y la sabiduría. Es adorado durante todo el año.
Un culto anclado en la cultura
Estas deidades simbolizan la felicidad y la fortuna en la cultura japonesa. Sus representaciones decoran templos, pinturas y esculturas. Aunque se asocian con el sintoísmo, también están integrados en el budismo japonés.
Su culto se extiende más allá de Japón y llega a China y Taiwán. Sus símbolos (peces, bolsas de dinero y bastones de peregrino) se utilizan a menudo como amuletos de la suerte en hogares y negocios.
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